DE LOS PATINES A LA CRONICA POLICIAL Y LOS GUANTES DE BOX

Tonya Harding fue una destacada deportista olímpica en el patinaje sobre hielo. Dueña de un gran don para hacerlo, pero además de la disciplina y la dedicación a tiempo completo, Harding incursionó en este estético deporte a una muy temprana edad. Nacida en Portland el 12 de noviembre de 1970, Harding sería inscripta por su madre en clases de patinaje a los tres años, y con el paso del tiempo, abandonó la escuela secundaria para dedicarse de lleno a las exigencias de los entrenamientos y las competencias. Entre 1986 y 1989 escaló varias posiciones en los rankings nacionales hasta convertirse en la Campeona Nacional en 1991 y 1994.

Si han llegado hasta este punto de la lectura, seguro se preguntarán: ¿Pero qué tiene que ver esto con el boxeo? No desesperen, ya llegaremos a esclarecer esa incógnita.

Así, Tonya se convertía en todo un fenómeno. Era la primer mujer estadounidense en realizar a la perfección y en plena competición un “triple axel”, el movimiento más complejo dentro de este deporte, no sólo por la dificultad de su técnica sino también por el riesgo de sufrir una caída catastrófica. Era además, la segunda mujer en ejecutarlo en toda la historia del patinaje, la primera había sido la japonesa Midori Itō en el año 1988. La buena cosecha deportiva continúo. El horizonte de Tonya auguraba buenas cosas.

Pero este talento del patinaje ocupó un día las primeras planas americanas cuando se vio envuelta en un feroz escándalo policial. Seguro se vuelven a preguntar: ¿Cuándo llega la conexión con el boxeo?. Unos minutitos más de paciencia, que estamos a un pasito de saberlo!

Harding era acusada de un ataque feroz a su rival de pista Nancy Kerrigan, quien era tan buena como ella y quien en 1993 logró la victoria en el campeonato nacional destronando a Harding. En ese entonces Harding estaba casada con Jeff Gillooly. A sólo unas semanas de los Juegos Olímpicos de Invierno de Noruega en 1994, se produjo este funesto capítulo en la vida de ambas patinadoras. Kerrigan se encontraba entrenando en Detroit cuando fue atacada de improvisto por un hombre en el vestuario, quien la golpeó repetidamente con una barra de hierro en sus rodillas!
Gillooly y un amigo fueron detenidos por el brutal episodio y ambos acusaron a Harding de ser el “cerebro de la operación”, testimonio que aceptaron dar, a cambio de una reducción de condena. A pesar de que nunca pudo comprobarse la culpabilidad de Tonya, la historia sonaba más que verosímil ya que era la única beneficiada con la baja de Kerrigan de las competencias. La condena social fue inmediata.

Ya llegamos al boxeo! Lo prometo!
Culpable o no, Kerrigan se recuperó como por arte de magia y ambas debieron medirse en la pista de los Juegos de Invierno. El circo mediático fue una locura. Todos querían ver como se desarrollaba este macabro giro del destino. Harding tuvo una de sus peores actuaciones, quedando octava y retirándose del hielo hecha un mar de lágrimas. Por su parte, Nancy estuvo fantástica, conquistó el segundo lugar y la ovación del público.

La presión pública llevó a que Harding se declarara culpable de obstruir la justicia. Según ella, había descubierto los planes de su marido pero no pudo denunciarlo ya que éste la había amenazado de muerte. Verdad? Mentira? Nunca se logró desentrañar la verdad.

La justicia finalmente la declaró a culpable de obstrucción. Fue condenada a tres años de libertad condicional, 500 horas de servicio comunitario y una multa de 160.000 dólares. En un intento por ganarse a la prensa quizá, contó los maltratos que había sufrido de niña por parte de su madre y también, que había sufrido un abuso sexual por parte de su marido y dos de sus amigos. Posteriormente a la condena, también sufrió un accidente en su auto por ebriedad, varios encontronazos con la policía y hasta un intento de suicidio.

Acabada y convertida en un “monstruo deportivo”, Harding fue dando tumbos hasta que llegó al boxeo (ahora sí).

Luego de pocos meses de entrenamiento, llegó su debut profesional en el año 2003 en Memphis, frente a otra debutante, su compatriota Samantha Browning. La suerte seguía dándole la espalda, ya que cayó derrotada por decisión dividida.

Tan sólo un año duró su carrera como profesional. Combatió en los pesos súper gallo, pluma, súper pluma y súper ligero. Realizó un total de seis combates, tres de ellas fueron victorias y tres derrotas. Su primer victoria sobre el cuadrilátero le llegaría poco menos de un mes después, cuando derrotó a Shannon Birmingham por decisión unánime. Harding comenzaba a tomarle el gustito al boxeo. Entusiasmada y a tan sólo 23 días de su última pelea, consiguió su segunda victoria y luego de tres meses, la tercera y última.

Convencida de que este deporte le estaba dando una segunda oportunidad, llegó a su quinto combate frente a Melissa Yanas, quien la noqueó a menos de un minuto de haberse iniciado el primer round, un combate que se llevó a cabo en el estacionamiento de un club de striptease en Dallas, el Silver City Cabaret.
La “suerte” comenzaba a abandonarla nuevamente (muchos dirían que el karma regresaba por ella).

Su último combate y segundo nocaut consecutivo la retirarían finalmente de los encordados. Esto fue en junio del 2004 en Canadá. Tonya había declarado que aún seguía siendo víctima de injusticias, ya que la gente la condenaba por su pasado y eso se reflejaba tanto en jueces como referees que favorecían a sus rivales. Sin embargo, este segundo nocaut en el tercer asalto y ante una boxeadora menos experimentada, pondrían el punto final a su historia pugilística, una historia sin pena ni gloria.

En el 2017 se estrenó la película “I, Tonya” con la excelente actuación de Margot Robbie, que tuvo a Harding desfilando por las alfombras rojas y siendo codiciada por la prensa. Muchos de los que antes la crucificaron, hoy la reivindican como una figura trágica e incluso, ya en el extremo más profundo, algunos la consideran un icono feminista.

Les dejo el último dato: ¿Quieren saber cuál era su apodo sobre el ring?, ¿No se imaginan?
Aquí les va: “Bad Girl” (Chica Mala).

Por Irene Deserti

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